LLUVIA GRANDE SE OYE
Y sucedió que a la séptima vez, él dijo: He aquí, una nube tan pequeña como la mano de un hombre sube del mar. Y dijo: Sube, y di a Acab: «Prepara tu carro y desciende, para que la fuerte lluvia no te detenga». 1Reyes 18.44
Tanta sequía a veces que nos olvidamos de la frescura y renuevo de la lluvia de Dios. Nos acomodamos a los tiempos de desierto.
Hay promesas de Dios que no se ven, luego, aparecen como nube pequeña y suben para de pronto derramarse como lluvia en la tierra sedienta.
Las sequias preparan nuestro corazón para recibir las lluvias del cielo. El desierto genera hambre y sed por la presencia de Dios.
Anhelemos la lluvia de bendición sobre nuestras cabezas, nuestros hogares, nuestras generaciones y nuestro entorno. Esperemos con paciencia ,orando, y perseverando las aguas del cielo creyendo lo que Dios dijo porque Dios cumple sus promesas.
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