BEBEMOS DE TUS AGUAS SEÑOR
Hay temporadas de sequía en el espíritu, en el alma que lo manifestamos en nuestro cuerpo, siempre cansados y desganados.
El espíritu se seca y nos marchita el alma, los pensamientos se estancan y no podemos avanzar en nada.
Reflexionaba en esto:
Nuestro sanador y restaurador es Dios siempre pero también un corazón humilde es más poderoso que una sequía, que las plagas, que una peste y mucho más.
Humildad tiene que ver con aceptar el tiempo que nos toca vivir, con paz en el corazón y aceptando quien es Dios y nuestra posición de hijos.
También se trata de aceptar su voluntad sin quejas, ni manchas ni arrugas, aceptando la necesidad de oír su voz.
Recibir de Dios lo que él ya decidió para nuestras vidas aunque no nos guste.
¿Que proceso no te gusta pasar?
¿Dónde hay sequía en tu vida?
La mansedumbre y la humildad son dos armas de guerra, porque nos permiten escondernos en Cristo, nos hacemos uno con él y la carga la lleva él.
Dios no desprecia al humilde.
Quizás hoy humildad para tu vida es reconocer que solo no has podido y necesitas a Dios.
Que hay procesos estancados, semillas que necesitan humedad para germinar, que hay sequía en tu corazón porque te alejaste de la fuente de agua eterna.
De pronto hay situaciones que no esperabas y es porque tus oídos se secaron y no oyes la voz de Dios guiandote.
Sea lo que sea que esté delante nuestro y nos toque vivir, cuando nos humillamos reconociendo a Dios sobre toda las cosas , él mismo Dios nos abre los cielos.
Abre las adversidades y los conflictos en nuestras mentes y en nuestros hogares se disipan. Lo buscamos a Dios entendiendo que sin él nada somos ni podemos y Dios mismo quita la confusión, la incertidumbre y los temores.
Aceptamos sus tiempos y él abre el cielo dentro nuestro, nos llena de vigor el alma y nos expande en fe.
Dios es nuestro sanador.
"Ahora" dice Dios. Cuando nos humillamos viene ese "Ahora de Dios"
Ahora Dios te escucha y está atento para responder tu oración.
Dios te bendiga

"Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; 2 Crónicas Amèn Padre, buscamos tu rostro.
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